En este segundo día del Triduo al Santísimo Cristo de la Fe,
el predicador, Don José Antonio Omist, Vicario Episcopal para el Testimonio de
la Fe, comenzó haciendo una referencia al contenido del Evangelio, en el que el
Señor nos indica: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os
abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le
abre”. (Mt 7, 7-8).
A partir de este texto reflexiona sobre nuestro pensamiento
cuando pedimos y no recibimos, buscamos y no encontramos, cuando pedimos entrar
y no nos abren nos preguntamos: “¿Por qué será?”
Ante esta situación, expresamos nuestra confianza en Dios
cuando nos preguntamos por qué si no recibimos, llamamos, no nos abren,... será
que no pedimos con confianza.
La confianza no es el criterio único para recibir lo que
pedimos y eso nos lleva a cuestionarnos si, de verdad, creemos conocer lo que
necesitamos. Es verdad que pedimos en función de proyectos, deseos, de lo que
nos conviene, pero ¿pedimos lo que conviene según la voluntad de Dios en ese
momento? “Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una
piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que
sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre
del cielo dará cosas buenas a los que le piden!” (Mt 7, 9-11).
Buscamos nuestra propia historia en Dios, que es la historia
marcada por Dios pensando que mi vida no será lo que yo desee sino por lo que
Dios quiere.
Mi vida no puede regirse por mi voluntad sino por la del
Padre que me quiere bien. Debemos de practicar esa fe que me va a hacer que yo
incorpore a Dios en mi vida sabiendo que lo que debe de ocurrir es que esa vida
mía tenga cabida en el proyecto de Dios. Mi interés no es para mi si no conviene
por lo que Dios tiene para mi vida.
Y ¿cómo es esta situación en la realidad? Contestamos a esta
pregunta abriéndonos al hombre, cuando el otro abra su corazón hacia mí.
Entonces se cumplirá la irrupción del amor de Dios que, a través de mí, se va a
ir instaurando en medio de nuestra cultura. El amor de Dios es la única razón
de nuestra existencia. Sólo se nos abrirán las puertas que Dios nos tenga
preparadas. Debemos buscar las puertas por donde podamos encontrar la voluntad
de Dios. En ese caso, el Espíritu abrirá nuestras vidas para que podamos
encontrar la voluntad de Dios. “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis,
llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que
llama se le abre”. (Mt 7, 7-8).
Termina la predicación pidiendo a la Asamblea que seamos
testigos de Dios en esta sociedad que tanto lo necesita.
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