La predicación del Sr. Vicario
para el Testimonio de la Fe, D. José Antonio Omist, en este primer día del Triduo
a nuestro Santísimo Cristo de la Fe, ha girado en torno a la idea de que
nuestra conversión es una necesidad urgente y, especialmente, en este tiempo de
Cuaresma, tiempo de salvación, para un hombre con posibilidades pero que no las
aprovecha. Es el ejemplo de la actitud de los ninivítas, la cual denuncia
Jonás, que no se esfuerzan para expresar su conversión.
Se pregunta el predicador:”¿Qué
es la conversión para nosotros?” Debe suponer un cambio de actitudes, de
comportamientos. Pero las decisiones que tomemos, si no llegan al corazón,
quedan vacías.
Jonás manda que nadie se vista
con brocados; que vistan de saco, simplemente para aplacar la ira de Dios, que
la aplaca con la muerte de Jesús, con la redención que debemos hacerla en
nosotros, buscando con ella un camino para participar del regalo del Padre. Por
eso, guarda los actos en tu corazón, que hacen posible que nosotros demos
frutos que salen de la buena tierra.
Convertirse es abrir las puertas
de nuestro corazón a Dios, una puerta que si no se abre, no tiene razón de ser.
La fe es una realidad que nos
hace creer en una fuente de vida.
Pone un ejemplo muy gráfico
comentando que, como un criatura está unida a su madre por el cordón umbilical
hasta que nace, así nosotros estamos unidos a Dios, afirmando que, según
vayamos a gestionar ese tiempo, llegaremos a un mundo que Dios nos regala con
la muerte de su Hijo.
Jonás habla a su pueblo y hasta
el rey se convierte.
¿No es razón suficiente nuestra
fe para transformar nuestras vidas, nuestro mundo, para que seamos capaces de
defender, de vencer nuestros rencores, las cizañas, para que nuestra vida sea
una vida plena? ¿Qué es el amor? La Cruz en la que está Quien nos salva y muere
por amor.
Hace referencia a cómo es la
generación de Jonás: ”Generación perversa, malvada”, llena de signos. Así de
igual es la generación de Jesús, con la diferencia de que ya no hay más signos
que la CRUZ, en la cual muere el Hijo de Dios para salvarnos.
Ése es el destino: amar a quien
se ama. No es una conquista si no es del corazón que quiere llegar a todos.
Por eso, Nínive se convierte por
la predicación de Jonás.
Termina dejando a la asamblea
esta pregunta:
¿Podemos nosotros convertirnos
con lo que nos dice la Iglesia, que busca la salvación del hombre?.
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